Hay personas que literalmente han intentado todo y luchan en sus fuerzas para producir algún tipo de cambio en su esposo(a), hijos, padres, pastores, jefes, amigos, etc., y no lo han logrado. El resultado: desgaste, frustración, agotamiento, crisis de fe, depresión y tristeza. Cuando entendemos que la única persona que puede cambiar a alguien es Dios, encontramos la verdadera libertad. Dios puede y quiere sanarnos. Rindamos a nuestra familia en Sus manos y dejemos que Dios haga lo que tenga que hacer en la vida de los demás.
Quiero que cambie, pero no lo logro
Muchas personas se esfuerzan en vano por cambiar a sus seres queridos, solo para enfrentar desgaste y frustración. La verdadera libertad surge al reconocer que solo Dios puede transformar a otros. Al entregar nuestras familias a Dios, permitimos que Él actúe y traiga sanación a sus vidas.
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